Y te vi pero no te vi


Despistado sobre mi mismo, observo caminando en la ciudad, a la muchedumbre acelerada, cada cual hacia sus objetivos, cabalgando sobre sus zapatos, agitando los brazos en acaloradas discusiones con sus acompañantes. Otros, con la mirada perdida en el horizonte de la calle, donde al doblar la esquina les esperan, sus oficinas, sus trabajos, sus clientes, sus proveedores, al final….sus responsabilidades y obligaciones.

Y sobre ellos, un cielo de verano, que hoy está mustio y otoñal, como yo, hastiado del devenir de la vida, de que los acontecimientos, no son sean más que meros trámites, monótonos e insulsos que a trompicones empujan a la vida, para que vaya hacia delante, dando pasos por una carretera que sin señales y sin asfaltar nos lleva a todos a ninguna parte.

O si que nos lleva, al final el destino para todos es el mismo, con independencia de la rapidez con la que queramos llegar, cojamos los atajos que cojamos, las compañías, los vehículos, al final….a todos nos espera la misma suerte, y ésta no hay que buscarla, viene sola y sin llamarla.

El caso….es que hay días, que algo ocurre, algo tan de repente, que hace detenerse al mismo tiempo, paralizándote en el vacío, frenando los minutos de un reloj, que siguen pasando, pero parecen estáticos y congelados para mi.

Mi mirada se hace inmensa, y entre el gentío, distingo una figura familiar, mi memoria activa automáticamente sus recuerdos, y de una leve sombra que vislumbro, recuerdo en décimas de segundo, paseos inagotables, conversaciones, amenas, divertidas e instructivas, horas y horas de ellas, y mi piel se estremece automáticamente, y recuerda un tacto único, unos ojos especiales, una sonrisa juguetona, cómplice de mi deseo… Pienso si no me estaré confundiendo, si no será más que una broma pesada de mi corazón en connivencia con mi memoria, si la realidad no será otra, y esto no es más que un (¿mal?) sueño…

De repente, por mis ojos han pasado días enteros, y horas del calor inagotable de tu respiración contra la mía, y al volver esa figura aparece y desaparece entre la gente, acercándose a mi, sin saberlo, no me ha podido ver aún, ¿o si?…

Todos hemos hecho apuestas con la vida, y en ocasiones, ni sabemos el resultado, sólo hemos apostado inconscientes de hacerlo, pero dando todo lo que tenemos.

Y desconocemos el verdadero resultado, quedando siempre cosas pendientes, cosas por decir, por hablar, por intentar. Permaneciendo subsumidos bajo la piel, los deseos inconscientes e incontrolables de una soledad tan abarrotada de nadie, que no deja hueco para uno mismo.

De repente, siento la irrefrenable necesidad de correr hacia el gentío, y buscar allí, la sombra que coge forma, en ese espacio situado entre los ojos y la memoria, y que se llama corazón.

Y de tanto correr me encuentro navegando hacia los restos del naufragio del que un día escapé nadando, buscando de nuevo ese trozo de un ayer, en que nuestras miradas nos hacían vulnerables, días en los que para desnudar nuestros cuerpos, no necesitábamos quitarnos ropa, sólo mirarnos fijamente, y descubrir que en nuestras manos, el amor movía montañas, desde los Alpes Suizos a los Pirineos..

Pero antes de llegar me paro, ya no estas entre la gente, has vuelto a irte, a desaparecer, ¿volverá tu sombra entre la multitud?. Cierro los ojos y te imagino, apareciendo entre toda esa gente, sonriendo para mi. Hasta puedo escuchar tu risa, y así mis labios al sonreír se tropiezan con una lágrima que súbita huyó corriendo por mi mejilla.

Ya que quizás, y sólo quizás no esté soñando si llega ese momento, porque bien sabes que te preguntaré por el resultado de aquella apuesta.

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