Lloramos por ti, escondidos tras la cortina, recordando aquellos tiempos, hoy pretéritos, en los que veíamos una violenta jauría de acosadores de tren y de vagón, fingiendo ir a lo urgente, en lugar de lo importante, aun sabiendo como yo, que a ti hay que recorrerte lentamente.
Desde mi escritorio, veo como se ríen burlones los cipreses solitarios de tu Almudena, mientras la lluvia se derrama sobre mi ventana. El invierno es largo y la noche eterna. Pero nunca antes un silencio sonó tan abrumador, como el eco de negro terciopelo que retumba en las puertas de los colegios.
Tenemos a Madrid en cuarentena, escondida de los vientos en una urna de hielo, y al salir, nuestra mirada atraviesa la calle sin tropiezo. Existen guerreros con laurel, bata y mascarilla, que se borran en la estampa morada del miedo, y ninguno será la sombra abrumadora y violenta, de lo que nos busca invisible en las calles.
Hoy, mañana y siempre,
venceremos.
Precioso Chus