Algunos días cuando miro a la vida a la cara, y me siento en el ajado pupitre que hoy tengo por alma, miro a mi alrededor y sólo veo el oscuro vacío allá donde poso la vista, un vacío denso y turbio, pesado y sólido, que se ríe de mi arrastrándome a la nostalgia de haber visto tu rostro tantas veces y de haberme obligado en esta vida, a decirle adiós en cada momento, sin poder retenerte, sin ni siquiera atreverme a ello.
Intento bajar la mirada, no quiero ver tú rostro mostrándose cruel conmigo, riéndose de mi, mientras este terror que te lo ha robado se sienta enfrente mio.
Pero es tan cálida la sensación de sentirlo. Cuando lo imagino deseo cogerlo con ambas manos y transportar así hacia mí, uno de los besos robados que nunca me diste, y que viajan en el vagón de la oportunidad perdida.
Volviendo a levantar la mirada clavo mis pupilas apagadas en el azul cielo que la noche hace negro y que se torna gris por la tormenta que precede a la pálida calma, que vivo en los momentos, que recuerdo las promesas que mi alma se inventó para regalarte los abrazos rotos que nunca nos llegamos a dar, tiempo atrás quedó la época del tacto y del sabor dulce, que hoy se vuelve amargo en mi densa soledad.
Este terror asentado, este miedo adquirido, esta indefensión aprendida, me abraza en tu ausencia que hace torva su sonrisa y que vuelve a robarme la visión de la eterna belleza que tu rostro evoca.
Y las oscuras sombras que se arrastran por una pared cada vez más estrecha, hacen inaudibles las risas de antaño, y siento que me ahogo, cuando recuerdo que una vez el deseo me hacía tu presa y cuando recuerdo a la noche como la cautivadora y seductora mujer que era y no la maldición que hoy me persigue en mi gélida pesadilla.
Así los demonios que la siguen y los huéspedes que inundan mi terca soledad, se agolpan en mi mente sin dejarme descansar, cierro los ojos, no los quiero mirar, pero vuelven sin cesar a mi cabeza, me atormentan cada noche, haciéndola más fría y más solitaria. Pero yo echo el cerrojo en mi memoria, y me deleito con el rostro cuya eterna belleza no sabría explicar.
Y cuando por fin estamos solos tu rostro no me mira, me da la espalda, mira para otra parte, y tus preciosos ojos, no me muestran amor, no son ya aquellos tan brillantes que una noche me admiraron, me dijeron tómame y que yo no supe ver, y aún hoy me guardan rencor, y aún hoy siguen tan clavados en mi alma, que la van mermando día a día, hasta que llegue el final de la jornada de esta oscura vida mía.
Con ellos siento que ya no respiro ni aunque con empeño lo intente, sólo siento que las paredes cada vez son más estrechas y que cada vez me aprietan más, que las sombras de la tristeza, de la pena y la nostalgia, se arremolinan alrededor y con sus macabras risas, hacen mudos mis llantos.
Y con los ojos inundados yo ya no puedo verte, ni a ti, ni a la negra noche, ni al azul cielo, ni a sus nubes que amenazan lluvias grises, ni a las oscuras sombras, ni a mis demonios, porque cierro los ojos y echo el cerrojo para no verte más, y me quedo, sólo, sólo, sólo…..sólo y desolado.
Como siempre, tu relato llena el alma, te hace senti protagonista de la historia que cuentas.
Y otra vez has escrito una poesía dentro el relato, mirala:
Miro a la vida
tan cálida,
que vivo en los momentos,
en tu ausencia
que una vez el deseo
me hacía tu presa.
Cierro los ojos
me deleito en el rostro.
Cuando por fin estamos solos
y me quedo
sólo.
Es por darle un poco de alegría a un relato un tanto desgarrador ;). Gracias por tus buenos comentarios Leo, sabes que los aprecio 😀
Hola.
Mi humilde visión de este precioso relato…
«Desencuentros…
Somos agua y fuego,
somos dolor y alegría,
razón y corazón.
Cuando las palabras de nuestra mente
bailan al son de los sentimientos,
cuando están en comunión, todo nos parece posible.
¿Puede ser que exista alguien
con quien compartir la magia de este momento,
en que las dos partes de nuestro ser
parecen estar de acuerdo?.
Cuando yo te quiero dar
y tú estás ahí para recibir.
Cuando quieres amar
y yo sólo deseo subir…
al tren de las oportunidades vividas,
no perdidas.
Pero la razón ya no suspira por el corazón
y el fuego de tu mirada no ansía ya
derretir mi piel helada.
Me querías y no lo supe ver.
Te quería pero me costaba creer.
¿Sabes que nadie me enseñó a hacerlo?.
Si hubieras esperado un poco más…»
Algo tan bueno te inspira mi relato? pues si que tienes imaginación, y de la buena 😉 jaja.
Muchísimas gracias por aportar algo tan precioso en un día en el que no ha terminado de salir el sol aún