El tren de los recuerdos


El júbilo acaloraba sus mejillas, sonrosadas bajo los rayos de sol, la prisa y la incertidumbre, aceleraban el motor de su corazón, el ansia, la esperanza, el deseo, encendían el pulso con el que sus pulmones gritaban a cada bocanada.
Y todo su cuerpo trabajaba, para unas piernas que recorrían la distancia sin apearse de su asiento del vagón.
Acercaba así su alma, o su mente, o su pasión, un cuerpo con otro, cerraba los ojos, perdía un sentido, y al repiqueteo de los raíles, le continuaban al asalto los recuerdos, que le hacían perder todo el sentido….sus manos estaban calientes, se cerraban en torno a un aire espeso e inmóvil del habitáculo del vagón, pero en su mente, no había tal vagón, ni habitáculo, ni aire espeso, si no otras manos entrelazadas, aún más cálidas que las suyas, así la veía, desde una única yema, de un único dedo, de solo una de sus manos, ascendía la mirada de su memoria, formando y tejiendo cada poro, cada lunar de su piel desnuda, tersa, blanca y pura….
Ni el vaivén del tren le hacía perder la concentración, pues su caraba era el reflejo de su alma, su lengua se paseaba lentamente por sus labios, asomando apenas una pizca y mordiendo a la postre otros labios, eran carnosos, sedosos, besarla era saborear un sentimiento en su estado más puro, incluso la humedad que envolvía los labios carmesí de ella, eran éter para su corazón.

¿Qué pensarían los demás pasajeros, que adelante y atrás atravesaban los pasillos del vagón, cuando le veían torbar los labios en sonrisa ladeando y negando suavemente con la cabeza?.

Mientras él, en la ensoñación de su recuerdo, negaba creer que tal belleza, fuera a estar delante de él, otra vez, después de dos semanas, muy despacio, observaba, esos rizos rubios, traviesos, que caían caóticamente sobre su hombro y su espalda, muy despacio, alargando la mano en dirección a su pelo, su boca acompañaba el movimiento, se abría, esperando el éxtasis de acariciarla, a sabiendas de que con ella, todos los sentidos se entrelazaban, así, apartaba su pelo hacia atrás y dejaba descubierta su oreja, estaba fría, y el contacto hizo que ella, se estremeciera por el contraste, sin darse cuenta, sus labios, estaban ya paseándose por su cuello, no lo veía, pero sentía el calor de sus propios jadeos rebotar contra su piel.

La repetición era constante, sus labios se juntaban por momentos, cada vez con más fuerza, con más pasión, sus manos jugaban con su cuerpo, con su ropa, sus lenguas trepaban y descendían por la piel de cada uno.

Sus manos, parecían sujetar su cuerpo contra el asiento, apoyadas con fuerza en los reposabrazos, presa de la celeridad de la pasión del recuerdo, del sueño, del futuro próximo.

Ambos se encontraban desnudos de pie, en medio de una habitación, tal vez una cocina, tal vez un salón, su memoria no era todo lo real que quisiera, lo único real en estos momentos era ella, sus manos, posándose en cada lugar íntimo de su cuerpo, allando un camino que ya estaba hecho, su cuerpo fue arremetido contra una pared, sintiéndo así el frío de la cerámica, permitiéndole llenar el calor que había entre sus piernas. Y llegaba el sudor en medio del frío, llegaban los jadeos en el silencio de la casa, mientras cambiaban de lugar, sin perder de vista ni un instante el cruce de miradas, la lascivia y la lujuria que compartían.

Se habían sucedido las paradas, y ahora se encontraba respirando rápidamente sobre la comodidad de su asiento, no era consciente, y sus pies hacían fuerza contra el suelo, sus manos seguían firmes sobre el asiento, sus ojos, cerrados, soñando despierto.

La cadencia de movimientos se acompasaba con sus respiraciones, la sonrisa, el placer llenaban el aire, el olor había cambiado, podían disfrutar del sudor de sus cuerpos, sus manos en continuo movimiento apretando una piel contra la otra, y ahora sus ojos frente a frente, sus miradas, y él, ante sus enormes pupilas verdes que le atravesaban, y unos jadeos saciantes de sus labios, se derritió completamente, sintiendo la vuelta a la armonía de la respiración, disfrutando de nuevo de las caricias parsimoniosas de los susurros de amor al oído….

Al llegar a la estación, le esperaron los ojos verdes y los labios carnosos, la piel blanca, la mirada alegre, los rizos traviesos, y un alud de pasión desbordada, que durará eternamente.

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