Al final llegó “El punto final de los finales” y ya estoy en mi escritorio otra vez, dando rienda suelta al último aliento epistolar que me queda en estas circunstancias, haciendo acopio del fin de ciclo, de este adiós de una ciudad.
Una mirada hacia el infinito de la ventana de las ideas en busca del momento de inspiración que no siempre llega. De la mirada al cielo de mi Quimera, del roce de sus labios en mis pómulos rasgados.
Prendido del vaivén de las figuras que se han agolpado en mi cabeza, de los nombres y las situaciones, de mi Don Juan y su Doña Inés, de un convidado más que de piedra de un cartón podrido por la concentrada lluvia de las ácidas lágrimas de la amargura.
Perdido por el callejón sin salida, donde se suicidan los sentimientos, el oscuro callejón urbano donde nunca sale el sol, rodeado del ladrillo naranja de piedra lisa, sin agarradera alguna donde poder encajar la mano de la esperanza.
Indago y me hallo muerto tantas veces observando al mirón solitario que se adormece del otro lado del espejo, sonriendo a mi propia sombra porque nunca me abandona, dándome todo lo que tengo, dándole todo lo que soy. Amputando las ideas de mis pies para borrar las hondas huellas de la pesada carga que me acompaña.
Descubriendo en la caída, que aquél que sueña con llegar a lo más alto, ha de ser consciente de que un día le entrará el vértigo.
Escuchando a un borracho que me miente, con el relato del desgarrador pasado del futuro de un suicida manifiesto.
Sabiendo con la certeza del ignorante, que lo que aquí se deja, quedará, que el presente se fundirá con el pasado y juntos tejerán la red de recuerdos del mañana que hoy no es más que un niño que mentía.
Y conjugando tiempos verbales, sabemos que en el futuro todo lo pasado será recordado igual, pero que siempre será distinto de lo que recordamos.
Oigo los silbidos melancólicos del crepitar de mi tocadiscos que por última vez me pide “ne me quitte pas”, y es esa angustia la que termina por llevarme al “You think you’ve seen the sun, but you aint seen it shine”. Y es este último compás con el que finiquito las últimas silabas sin sentido que me regala la imaginación, sin encontrar para ellas mejor final que el propio de su letra;
“The Best is yet to come”
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