¿Es de noche? Y con esa pregunta, empezó mi día, de vueltas con el ocaso que renace, en cada amanecer del alma herida, y en los recodos, de las esquinas de mis sueños, recojo los pedacitos de la dicha, de la bonanza, de la esperanza ahora sesgada.
He despertado negando con la cabeza, diciéndole ¡NO! A la soledad de mi casa, cuando miro a la derecha, observo las tupidas cortinas que me impiden ver los recovecos de las ajadas y grises aceras.
Reordeno muy despacio los pedacitos de esperanza, que cada noche me transportan de vuelta al pasado, donde soñaba con el incierto futuro, carente de sufrimiento, tan inmóvil, tan real y siempre tan irreal.
Ahora, llega la fuerza de la primavera, y el agua de las nieves ha pasado, como torrente desde las fóveas, golpeando con sonoridad el intrincando suelo con la desdicha, resbalándo por mis mejillas, y arrastrándo las hojas verdes de mi cielo, que están ahora, algo más perdidas. Híspidas gotas caían sobre los surcos de mis palmas.
Vuelvo a mirar al otro lado, sigo negando con la cabeza, sigo negando la huída del escaparate roto que representan mis sueños, no quiero poner un pie en el suelo, un pie al borde de mi cama, del abismo, se que hacerlo, suicidará mis pretensiones, me devolverá a la realidad, la fría madera sobre la planta de mis pies, las cortinas tupidas con oscuridad, las sombras que el sol proyecta sobre mi ventana, un sol amarillo, un sol de fuego….. y que hermosa era aquella llama anaranjada, era ocaso y era amanecer al mismo tiempo, la eternidad colapsada en una sonrisa de felicidad.
Y ahora, de entre sus propias cenizas aún brillantes, aún incandescentes, se ha desvelado un cielo de constelaciones, al que rezo cada noche, al que sueño y al que imploro.
Me sorprendo en un suspiro, una mirada al vacío, un recuerdo en un instante, de toda la eternidad que aún no ocurrió. De los paisajes verde esmeralda, de la esperanza inagotable, de la fuente de optimismos.
Mis manos témpanos de hielo, y mi sombra alargada hasta la lejanía, olvidada entre los pliegues del deseo. He jugado y he perdido, todo lo que hacemos en este mundo tiene un precio, y yo he pagado.
Déjame darme la vuelta sobre mi almohada, déjame soñar un rato más. Abriré mis cortinas levemente, y que se cuele entre las rendijas, la luz de las cenizas de un amor, el recuerdo de mi Helena, la esperanza y el júbilo, la ensoñación y el optimismo, la mejor razón para vivir en una vida, que ya no es como en mis sueños.