No lo creo, no todavía, cuando el otoño me ha hecho preso de sus lánguidos ocres, y sus paseos amarillos, cuando el vigor del verano terminó, y el invierno frío no había llegado, entraste a darme calor,
a ser la lumbre en la noche oscura, a ser el volcán que derrama, fuego, amor y llama, y ahora, te veo venir, a mi lado, y no me lo creo, no todavía.
Yo sigo aquí, de brazos cruzados, a la defensiva, esperando a la salida del colegio donde aún tengo tanto que aprender, a que me vengas a buscar, y mientras tanto, me he quedado solo, el único que conmigo espera es el burlón ulular del viento entre los árboles, y yo bajo el negro manto de la noche, con sus estrellas rutilantes, esta vez, llenas de alegría, observándome, optimistas, ellas dan por sentado que vendrás, y yo no me lo creo, no todavía.
Y de repente apareces, ¡ahí estás!. Mi pequeño corazón se acelera, mis antes cruzados brazos se han abierto para recibirte, y mis pupilas se dilatan ante tu presencia, respiro hondamente e incluso así te siento, nunca supe a que olía la belleza, y ahora por fin lo se, sabe a verde, a frescor, a pureza.
Sin embargo se que todo son cábalas, y aún así, lo estoy cantando, como si fuera cierto que saborearé esa belleza, que será mía en algún tiempo, y ya me asaltan las dudas, es triste, y en este momento que por fin llegaste a mi lado, con tu belleza verde, y tus mejillas carmesí, mis brazos están cruzados otra vez, a la defensiva, acobardados de sentirte, abrazando mis pulmones para no perder la fragancia verde de tu belleza.
Pero no me lo creo, estoy tentando a la suerte, miro al cielo, con su negro manto por encima, aún no ha despertado, sigue soñando con sus estrellas rutilantes, y su luna, hoy en cuarto menguante, blanca pura, y amarilla, nos sonríe torvamente esta noche, con su mirar, nos alumbra con su luz, que no es más que un falso reflejo robado, del gran sol del día, todo fachada, como lo es ahora mi templanza.
Y a mí, aún con todo, y aún sin ti, creo que todo me parece fantasía, porque vienes, y lo haces seguro, y vuelve tu mirada, y mis pupilas dilatadas, y vuelve tu presencia y mi corazón acelerado, y vuelve tu belleza, y su fragancia verde, y vuelves tú, y yo ya no soy yo, y mi futuro se vuelve incierto.
Y aunque no siempre he entendido, de culpas o de fracasos, estoy seguro que en tus brazos mi mundo cobraría sentido. Porque algún día por hallarte, por sentirte, por fin saborearte, y poder amarte, besaré a la osadía, y al misterio de tus labios, quitaré estas dudas y resabios, para mirar a la luna, y devolverle su torva sonrisa, para mirar a la noche, y robarle su manto de rutilantes estrellas, para mirar a la cara al otoño, al verano y al invierno, bendecirles a todos ellos, porque ahora serán míos, porque te sentiré, me sentirás, y todos ellos serán nuestros.
Y es que son estas cosas más triviales las que se vuelven importantes, estos pequeños detalles para mi son fundamentales, porque a ti, no te reemplazan, porque a ti aún te sueño despierto y a color, porque desde aquel otoño en que te olí por primera vez, sólo vivo en blanco y negro. (Aún)
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Epílogo; Quise intentar relatar, una «segunda» parte de la interpretación de ayer, pero al final me salió «esto», y por no variar mi filosofía, simplemente cuento lo que salga, sin muchos arreglos, porque los que carecemos de una excelsa técnica narrativa, no podemos más que escribir lo que nuestro corazón, alma y cerebro tengan intención de sentir, vivir y crear.
Lo cuál por otra parte, me hace sentir que cada vez que escribo, y lo publico, es una pequeña parte de mí lo que plasmo, y eso me alegra el «espíritu».
mientras estaba en Cuba, en un taller literario, un poeta conocido en Cuba me dijo:
…La técnica la puedes aprender, pero sin el corazón no haces nada, tienes que hacer sentir el corazón, después llega todo.
En tu relato el corazón se siente!!!
Enhorabuena!!!
Feliz Navidad.
Muchas gracias L. supongo que efectivamente, con el paso del tiempo, y la práctica, pueda adquirir mejor técnica.
Un saludo