Y sin embargo, todo transcurría con normalidad, ahogada por el humo gris de la ciudad, las gotas de lluvia contaminadas que se desparraman por las aceras y la cenital luz ámbar de las farolas, marcando su camino continuamente.
No podía olvidar todo lo que le habían dicho –¿sería verdad?. Mientras caminaba pensativa por las carreteras, los tiernos escolares reían y gritaban acaloradamente de camino a la escuela, chapoteando en los pequeños charcos donde se imaginaban el océano, pero ella no los miraba esta vez, aún no podía ni creerse “eso”. Pero los niños si que la vieron pasar, y contagiados de su tristeza, sus juegos terminaron y cabizbajos regresaron a sus obligaciones.
A lo largo del camino apareció un pequeño grupo de deportistas madrugadores, aficionados, alegres y risueños, corriendo por el día, antes de que este si quiera hubiera aparecido, casi choca con ellos sin ni si quiera verlos, pero no….. los esquivó inconscientemente, siguiendo con sus cosas, y este pequeño grupo al verla así de pensativa, contagiados con su melancolía, frenaron su ritmo candente y continuaron andando su camino, sin más ganas de correr.
-Ya casi he llegado. Pensó al darse cuenta de la cercanía.
Allí a lo lejos la vieron llegar el pequeño rescoldo de artistas urbanos, agolpados tras miles de folios gastados con letras que nadie nunca leerá, objetivos de fotógrafos girando continuamente al ritmo de los “flashes”, lienzos manchados con tinta buscando “la figura”, al músico dando la vuelta de tuerca a su partitura nueva. Y todos ellos ensimismados por su llegada, ilusionados, excitados, pero hoy…….algo era distinto, ella ni les miraba, pasó a su lado sin más, y ellos creyéndose poco dignos de su vehemencia perdieron el afán, por escribir, retratar, pintar o tocar.
Entonces al oír los mudos gritos de tristeza que emitieron, giró la cabeza y se dio cuenta, que aquello que le habían dicho estaba sólo en su imaginación, pero el tomarlo como cierto, provocó que;
La Pasión cayera en saco roto.
a veces nos dejamos llevar de situaciones que nos creamos antes que los problemas nazcan de verdad, nuestra mente ejercita un gran poder sobre nosotros, y nos lleva a los más grandes contrastes de humor, de la dicha más grande, a la depresión absoluta. Nos sirve un coraje enorme para no volvernos locos.
Como siempre tu relato hace reflexionar con el corazón.
La intención era un cuento a modo de reflexión, pero releyéndolo otra vez, echo en falta un poco más de impersonalización de la «pasión», y dejarla aún más como algo etéreo, no me termino de convencer de que se vea claro la importancia de la pasión incluso en las cosas más terrenales o pueriles, y cómo somos nosotros los que influimos en ella…..
Pero confío en que sea así, y si no como decían en la escuela Necesita Mejorar!
Hola. 🙂
Impersonalizarla, no lo sé.
Hacerla etérea…
Yo me imagino la pasión como algo pesado, muy pesado, impactante, imprevisto, de color rojo sangre (pero muy sangre), brusco, que entra en tu cuerpo y cabeza ya, aquí, ahora. Como un proyectil de sensaciones y sentimientos desenmascarados que impacta directamente en tu corazón, a tiro fijo, sin ningún tipo de barrera anestesiante.
Yo es que soy muy pasional pero, con los años, he aprendido a hacer que la razón sea un poquito más participativa. Mi pasión estuvo dormida durante un tiempo. Hace tiempo también que ha vuelto a mí y sé que, si canalizo todo su vigor y energía, no se volverá a ir entristecida por mi indiferencia y yo nunca me saturaré de ella.
Sí, la pasión para mí es pesada, mirlowe.
Parafraseando a Milan Kundera en su maravillosa «La insoportable levedad del ser»…»muchas veces perseguimos algo que, en realidad, es un peso para nosotros, por la insoportable levedad en la que se convierte nuestra existencia».
La pasión le da sentido a nuestra vida.
Gracias.