Han caído muchas noches, tal vez demasiadas sin bailar por los afilados bordes del folio en blanco por el que a veces deslizo paisajes de ilusiones líricas.
Paisajes, como el que hoy veo, en un cubículo de oscuridad malteada por el fulgor de un urinario, cuatro paredes alisadas por el mármol gris de los azulejos, y mis ojos castaños oscurecidos por la cruel sonrisa de la cenefa burlona, que se regodea en las penurias del hombre apagado que viste de amargura su suelo.
Y fue removiendo la maquinaria que mueve mi alma y subyace al sistema límbico de mis procesos emocionales como he sido capaz de discernir entre el polvo generado sobre las baldosas otrora blancas del lavabo, el reflejo pesimista de aquél que vivía ataviado sólo con un manto de melancolía.
Busqué incesamente la solución, buscaba un botón que pudiera poner en marcha mi motor, y así lo vi claro y límpido.
– ¡Qué tonto fui!
Sin dilación arañé los ropajes granas de mi sayo y desposeído de la pesada carga que los negros y apáticos sentimientos lo bordaban, apenas hizo falta un leve susurro de voluntad para apoyar mis plantas en el frío suelo. Apenas un tenue rayo de esperanza para impulsarme a lo alto.
Y esta vez la fuerza de mis piernas era firme en su construcción como el pilar del Partenón, sobreviviendo a las caídas, las guerras, las penas y los llantos.
Una vez más, anduve despacio, entre las espigas de mi parquet que marcaban como flechas el camino a la felicidad, a trompicones y con la energía mellada por la falta de costumbre, recorría la senda.
Mis ojos castaños ahora brillaban rutilantes bajo mis parpados pues no eran ellos los responsables de ver. Mis labios sellados emulaban la forma de la hamaca donde descansaban mis emociones y sentimientos. El motor de mi pecho funcionaba en sus cuatro costados vertiendo pasión por toda mi dermis y dando el vigor a mis pasos. Todo ello era lo necesario para llegar.
Y al hacerlo me senté. De ese modo, alzando al infinito mi mirada, ella me guiñó un ojo, y pudieron mis manos como antaño, volver a bailar con la pluma purpurea de mi Quimera.
Hola Mirlowe,
desde esta noche he leído infinitas veces este maravilloso relato, no tomes mis palabras como un elogio gratis, creo que este relato tuyo lo merezca , sea uno de los más bellos que he leído últimamente, más que un relato, lo definiría una prosa poética de grande cualidad, y llena de emociones descritas en modo que las provocas en quien lee.
En una sola palabra Estupendo tu relato.
Gracias.
😉
A mí también me ha parecido precioso.
Ya sólo las delicadas y evocadoras palabras con que lo titulas invitan a cerrar los ojos y dejarse llevar por el mejor compañero de baile que se pueda encontrar…la esperanza.
Saludos.
Pues creerme cuando os digo que lo precioso de todo no es el cuento, ni el trasfondo, ni las evocadores palabras, ni la magia de las palabras, si no los comentarios que han llegado a la postre del relato.
Me da pena no poder escribir más a menudo últimamente, máxime cuando ahora me tocan seis meses fuera de casa, donde van a ser prácticamente nulos mis escritos, aunque me consuela saber que mi Quimera sigue esperándome a que la llame una y otra vez, la única amante fiel que hay en mi vida hoy en día 😛
Te deseo lo mejor del mundo, y espero de leer muy pronto tus nuevas aventuras
😉
Te deseo que te vaya bonito en tu nueva experiencia.
Para cuando regreses, vengas cargado de historias que contar y sentimientos a los que sacar todo el jugo en el exprimidor de la vida, del alma.
Estaré por aquí, esperando volver a leerte.
Gracias por todo y suerte!!!. 🙂
Eso seguro, en una semana a estas horas estaré en un nuevo viaje rumbo, a mi vida!!! esta vez el viaje es literal y no sólo metafórico 😛
Gracias por vuestros buenos deseos y por vuestros ánimos.