Me resulta gracioso, y me gusta, mantener un diario personal a través de internet, realmente, a la larga, considero que me va a resultar bueno, para comprobar de una manera más eficiente ( si soy capaz a mantenerlo con una constancia «elegante»), mis cambios.
En fin, que ahora mismo, disfruto de un Kit-Kat figurado en mi estudio, dedicado para escuchar el nuevo disco de Joaquín Sabina – Vinagre y Rosas, del que no voy a hacer crítica, al menos ahora.
Pero si que me he parado a pensar, como ya hiciera en alguna ocasión más, en como ha sido Joaquín Sabina una de esas figuras que te acompañan a lo largo de la vida, a la música siempre le he dado un carácter muy importante en mi vida.
Han habido muchos/as cantantes y grupos en mi vida, he pasado por épocas de todo tipo. Pero el único que se ha mantenido perenne desde que lo descubrí con 10 años es Joaquín Sabina.
Me encanta la poesía, y Joaquin Sabina debería ser estudiado en los actuales libros de Literatura, aunque su comportamiento nunca sea políticamente correcto.
Es un auténtico maestro del humor ácido, vive en un mundo real pero matizado a su antojo, capaz de conseguir la felicidad en la melancolía, y amar la soledad, que son dos cosas estas últimas que he aprendido gracias a sus letras. Además de que a no ser que yo sea raro (que lo soy), ha escrito algunos de los mejores sonetos de amor que he leído;
Si nos hundimos antes de nadar,
no soñarán los peces con anzuelos,
si nos rendimos para no llorar
declarará el amor huelga de celos.
La primavera mienta y el verano
cruza, como un tachón, por los cuadernos;
la noche se hará tarde, tan temprano,
que enfermarán de otoño los inviernos.
Cuando se desprometen las promesas,
la infame soledad en un partido
mejor que la peor de las sorpresas.
Si me pides perdón socorro pido,
si te sobra un orgasmo me lo ingresas
en el banco de semen del olvido.
Creo que puedo asociar canciones o poemas suyos casi a cada momento de mi vida, y es que una de las armas más poderosas de nuestra memoria, es la asociación.
Mucho más importante que nuestra propia consciencia, debido a que muchas veces, gracias a estos pequeños trozos de canciones, a una frase, a un trozo de una película, o a su simple título, una receta tal vez, un olor.
Nuestro cerebro reacciona automáticamente;
¡Aquél recuerdo!. Por un momento presente y protagonista de mi vida otra vez. Hasta ahora escondido en un rincón de mi memoria, esperando pacientemente, como el que conoce su destino, sabiendo que regresaría.
En ese instante, se escapa entre mis labios en forma de suspiro, pero dejando tras de si, una mueca de sonrisa en mis labios, porque a modo de complicidad me ha evocado, la felicidad de un momento que por un instante volvió a ser mío.
¿Seré el único al que le ha pasado? Supongo que no………
«Y de pronto el recuerdo surge. Ese sabor es el que tenía el pedazo de magdalena que mi tía Leoncia me ofrecía, después de mojado en su infusión de té o de tila, los domingos por la mañana en Combray.»
Interesante reflexiòn, en cierta manera me pasa lo mismo con las canciones de Silvio Rodriguez y el periodo de la adolescencia-juventud transcurrida en las escuelas al campo en Cuba, y creo que a cada verso de las canciones de Silvio corresponde un recuerdo de un tiempo que no regresa.
Nostalgia? Quizàs, seguramente una experiencia que se volvió inolvidable.
PS. El soneto aquí escrito es perfecto!!!
Yo creo que tendemos a menospreciar la poesía de algunos artistas, como Sabina o Caballero Bonald, de todas formas, lo importante que quería reseñar, era esa importancia de la asociación, tanto en este como muchas cosas, son pequeños retales de felicidad que aparecen mientras en nuestras mentes fijamos el tapiz de la memoria.
Muchas gracias por el comentario ;).