Sus manos, en otro tiempo pañuelos de seda para algún cuerpo desnudo, ahora no son más que la máscara de carne que oculta tras de si, un rostro desencajado por el dolor, por la rabia, por la resignación…….amargas lágrimas caen sobre sus palmas, resbalando lentamente por los costados, en su caída por las muñecas húmedas.
Pero Hector no lo siente, le cubre por momentos una insensibilidad total ante estas vicisitudes, bajo su ventana abierta en la profunda noche, las cortinas ondean levemente, y del exterior, a una hora intempestiva, una de aquellas donde ya no importa cuan profunda sea la madrugada, sólo se oye el rasgar de la fría brisa contra la tela de sus cortinas.
La figura que ve es desoladora, aterradora en la distancia. No es consciente del pasar del tiempo, del tic-tac del reloj que sonríe burlón a sus espaldas, ni si quiera las punzadas de dolor que ascienden por sus desnudas rodillas tras el golpe, ni si quiera ello le hace salir de su desesperación, pero..
Consigue forzar el raudo movimiento de su cabeza hacia unas hojas de la ventana que no cortan, pero hoy le hieren, al filtrar la mueca de la Luna Menguante, una sonrisa torcida que la desdicha y la falsa fortuna le dedicaron, pero…….algo ocurre, algo que agudiza sus sentidos, que eriza el bello de su cuerpo, su corazón se acelera y se agolpa contra las paredes de su caja torácica, los nervios afloran en su piel, en unos segundos, su cuerpo ha ganado temperatura, se ha preparado para algo.
¿Pero qué acción podría tener cuando Hector se encuentra subsumido en la más profunda de las infelicidades?, ¿qué acción se ha inventado?……Es un grito agónico que arremete súbitamente contra el yunque de sus oídos, es un quejumbroso llanto infantil que se introduce dentro de él.
– ¿Nadia? – Piensa-.
Y este grito consigue colisionar contra todos sus sentidos, pues poco a poco, sus ojos caen en la nebulosa, sus rodillas han dejado de protestar y también, va ocurriendo, está habituándose a la agonía del llanto, pues este estímulo va dejando de sonar en su cabeza, poco a poco, despacio, muy despacio, llenándo todo del dulce olor a sombra, a noche, a oscuridad a nada……….
Ocurrió súbitamente, sin ser consciente ni del momento, ni del lugar, ni de cómo había llegado a él, abrió los ojos y despertó del sueño al que no había tenido la consciencia de caer, lo último que recuerda, era llorar por su esperanza, por su pequeña Nadia, por su sueño (Helena), y ahora……
¡Todo se encontraba oscuro!, sus ojos, sólo podían alcanzar a ver en el marco de oscuridad en el que se encontraba, un destello de negra oscuridad. alzar la vista para buscar la luz de la luna, fue algo instintivo, pero allí no estaba, ni ella, ni las estrellas, ni los edificios, ni las farolas, a través de su ventana, no había nada.
Así, entre la desesperación y la locura, pasaron los primeros segundos, tal vez minutos, ¡Quién sabe!, ¿el resto de sus sentidos se encontraban útiles?, así sin poder gozar del placer de la vista, centró su atención y sus esfuerzos, en su propio cuerpo, en sentir, pero…….algo terrible pasaba, algo provocaba en Hector un temor sin igual, era un aviso salido del más primario de sus instintos, pero la oscuridad y el temor, no le permitían pensar con claridad!, no le permitían averiguarlo…….reaccionó casi instantáneamente fue algo súbito, un grito nacido desde sus entrañas, un grito del más absoluto de los desconciertos, de los dolores, que ascendía y trepaba por sus cuerdas vocales, rasgando en esa escalada cada una de ellas con un interminable sufrimiento, y al fin, en los lindes de sus labios preparado para explotar tras las décimas de segundo más agónicas de su vida, tan sólo abrir la boca lo liberaría de la cárcel de su cuerpo, y al hacerlo…………..¡Nada!.
¿Qué había pasado?, por qué no podía abrir los labios, por qué no podía prorrumpir en gritos su dolor, sus gemidos, los alaridos que evocaba su corazón en cada latir ¿de verdad latiría? Ni si quiera podía sentirlo ahora………abnegada su razón ante lo que ocurría, quiso serenarse y pensar, levantarse, caminar, volver a la vida, y lo intentó, con todas sus fuerzas, quiso levantarse, dotar de fuerza a sus brazos y sus piernas, pero ¡No podía!, ni si quiera tenía la certeza de poseer brazos y piernas, no los podía ver, no los podía sentir, no los podía mover……..pero ¿qué ocurrió?, rememora, recuerda, revive en su mente los hechos, trágicos y sanguinolentos, de repente una lágrima resbalando por su mejilla, golpea el parqué con fuerza, la ha podido sentir, cuán cantidad de gozo se puede llegar a sentir en momentos así.
Pero este fortuito hecho, le hizo darse cuenta de algo que se le había pasado por alto, y era que se encontraba tumbado en el suelo con la espalda sobre la madera fría, ni si quiera antes, al mirar hacia la ventana se había percatado de ello, el azaroso temor que le invadió en los momentos iniciales, no le permitió ser consciente de ello.
Tal vez antes, al perder el conocimiento, cayó de espaldas, tal vez la conmoción es la que le impide gobernar su cuerpo para levantarse a su antojo. – “Tal vez”-…….esas palabras resonaban en su cabeza, todo no dejaba de ser más que hipótesis, lo único cierto en lo que le acontecía era su inmovilidad, su desesperación, su nerviosismo, pero la esperanza ahondaba en su pecho, había podido sentir algo, una lágrima resbalando por su mejilla hacia el suelo, ya le daba algo, y en ello se centró, descubriendo como el suelo se encontraba, totalmente empapado, podía sentir como todo su pelo se encontraba mojado, sumergido en agua.
¡¿Cómo se le había pasado aquello?!, el piso de madera se encontraba inundado, ahora notaba más gotas resbalando por su piel, pues no eran lágrimas, su origen era más alto que sus ojos, la fuerza del horror que le acontecía, le dio la capacidad para ver a lo alto, la nebulosa que oscurecía su ventana se disipaba, y así consiguió ver otra vez la torva sonrisa de la Luna Menguante, la mueca burlona que le dedicaba en lo que aparentemente eran sus últimos momentos, pero algo apartó su atención de la ventana y la centró en el techo, donde a no más de tres metros de altura, la escayola se encontraba anegada, y era aquella la fuente de sus desdichas.
Una cañería tal vez -Pensó-, pero entonces, ¿cuánto tiempo había de haber estado inconsciente, para que al despertar se encontrara con este infierno de mares?, qué importancia tenían aquellas elucubraciones en estos momentos, ¿cómo podía Hector haber pensado antes en esperanza?, primero la imaginación le castigó por soñar con lo que no tenía, y ahora le castigaba la vida.
¿Qué hacer?, ¿Cómo escapar de su trampa?, sus extremidades seguían vacías de fuerza, tan sólo sus párpados funcionaban y su mente……aunque ésta, cada vez con más dificultad, los nervios se apoderaban de cada uno de sus pensamientos, la desolación, el temor, la desesperación, hacían mella en aquella y tenue luz que había encontrado anteriormente…..mientras tanto….el agua ascendía, pues aunque no podía ver el nivel de la misma, notaba como el frío elemento, se acercaba a sus oídos, y ascendía….y ascendía, es indescriptible el dolor que sintió Hector en el mismo momento en que el torrente de aguas comenzó a navegar taponando todo a su paso, creando el vacío y el aislamiento en el cuerpo de Hector, pues le acababan de robar el penúltimo de sus sentidos, ahora si eran verdaderas las lágrimas que resbalaban por su tez, aunque el recorrido era menor, pues irónicamente, sus lágrimas se unían al ejército de agua que hacía de verdugo para él.
Y sus ojos, clavaron su mirar en la risa de la luna, y creyó oír algo por última vez, era una risa, larga, burlona dedicada desde el clamor de aquella noche…..seguro que lo he oído -Se dijo así mismo- o puede que la oyera…..¡Tal vez!.
Sentía subir la marea lentamente hasta las lindes de sus labios, y las primeras gotas cayeron hacia su garganta, filtrándose por los labios que no le permitían emitir sonido alguno, sabían a miedo, y a muerte, desgarraban su cuerpo a cada paso, pues no era capaz de sellar su boca de volverse hermético, faltaban tan sólo unos segundos para que se terminara todo, pero Hector seguía luchando y sin ser consciente de cómo, en un espasmo consiguió aguantar la respiración, e impedir que la muerte hallara paz en el interior de su cuerpo, lo mismo ocurrió con sus fosas nasales, el agua encontró un muro, temporal obviamente, pero suficiente para agotar la esperanza de Hector, encomendándose a alguien, a algo que consiguiera salvarle de aque ataúd hecho entre la madera de roble de su piso y un mar en calma que cerraba la tapa.
La noche estaba ya bien entrada en horas, el viento se filtraba a través de la ventana semiabierta, y así ondulaban las cortinas dentro del piso, la Luna aparecía y desaparecía tras ellas por momentos.
Un torrente de agua cabalgaba sobre las entrañas de Hector, inundando todo su cuerpo a su paso. Y Hector consiguió esbozar una sonrisa, pues era su esperanza perder la sensibilidad, para no sufrir al tragarse sus propias lágrimas, así se marchó feliz, pensando que había ganado la partida al dolor y sus dos pupilas avellanas, que tantos sueños habían visto se encontraban ya vidriosas aunque aún parecían emanar las lágrimas de ellas, incluso se diferenciaban de la marea que cubría su cuerpo entero.
Pero era una realidad tergiversada, sus pupilas se encontraban inmóviles, clavadas en la luna, mirando hacia el cielo, mirando hacia la noche por última vez, hacia la oscuridad, aunque realmente, sus grandes pupilas, sólo veían una cosa, a Nadia.
Había pasado tanto tiempo desde tu ultima entrada que cuando vi que habías publicado recientemente he corrido a leerte.
Veo que a pesar del tiempo transcurrido, no has perdido tu estilo de narrar y el modo de hacernos participar de tus cuentos.
Enhorabuena, Mirlowe, espero que tus estudios prosigan en el mejor de los modos.
Un abrazo fuerte.
Leo
Muchas gracias Leo, de todas formas, he caído en el error de querer continuar un relato de hace un año, y encima lo he hecho deprisa (como siempre), y al releerlo ayer, me he dado cuenta de lo que le falla la técninca sobre todo al principio.
De momento no me quejo en general, la verdad. Por cierto, que sepas que tu blog si que sigue siendo parte imprescindible de mi lectura. Un abrazo!